domingo, 17 de junio de 2012

Capítulo 3.


¿Es verdad lo que están viendo mis ojos? Esto no puede ser verdad. ¿Es esto posible? No, no puede.
-¿Te gusta?-Pregunta él.
No contesto. No soy capaz de reaccionar.
-¡Me encanta abuelo! ¿Vamos a vivir aquí todo el verano?-Silvia no cabe en su asombro.
-Claro.
Asique sí es posible. ¡Voy a vivir en un castillo! Tengo que estar soñando.
-Amanda, ¿no dices nada?
-Es que, no me salen las palabras para describir mi asombro.
Me da la sensación de que ya no se comporta de la misma manera que al principio. Me vuelvo hacia la ventanilla del enorme jet privado y sigo observando aquel maravilloso lugar. Tiene la fachada color piedra y del techo salen unos enormes capirotes azules que parecen los de el hada madrina de Cenicienta. Tiene tantos ventanales que es imposible contarlos y en lo alto de las torres parece haber esos desvanes de cuento que siempre esconden un secreto maravilloso. A su lado hay un enorme lago en el que se refleja, rodeado de cientos de árboles verde intenso. Es como un sueño. Minutos más tarde aterrizamos y poco tiempo después, volvemos a montarnos en una enorme limusina negra. No puedo aguantarme más, tengo que preguntarle.
-Eh… Arturo… me gustaría hacerte una pregunta…
-Dime.
-¿Eres de la realeza o algo así? ¿O un ministro, un embajador o algo parecido? Porque es que si no, no me explico lo de ese enorme castillo.
El hombre ríe, pero sin abrir la boca.
-Esperaba que me hicieses esa pregunta. Has tardado mucho.
-Es que…
-Pero, esperemos a llegar a casa y hablar con tu abuela, ¿te parece?
Yo no contesto, me limito a asentir y a mirar por la ventana. Estamos pasando por un pueblo muy bonito. Con alegres calles adornadas con muchos árboles y casitas sacadas de un cuento. La gente se queda mirando cuando la enorme limusina pasa ante ellos. No parecen sorprendidos de verla. Todos, o bueno, casi todos saludan.
No tardamos mucho en llegar al gigantesco castillo. Es todavía más impresionante ahora. Cuando bajamos de la limusina un grupo de doce criados vestidos con unos elegantes uniformes negros está a ambos lados de la enorme puerta haciéndonos un pasillo. No puedo creerlo. Parecen sacados de Downton Abbey. Llegamos a ellos y mi abuelo comienza a hablar.
-Amanda, esta es Flora. Se encargará de ti los días que estés aquí. Todo lo que necesites se lo pedirás a ella.
-Eh… vale.
¿Una criada solo para mí? Esto tiene que ser un sueño. Es absolutamente increíble.
-Silvia, y esta es Bianca. Te digo lo mismo que a tu hermana. Todo lo que quieras se lo pides a ella.
-¡Hola Bianca! ¿Cómo estás? ¿Sabes hablar español?
-¡Hola! Claro señorita, no se preocupes usted.
¿Señorita? ¡Qué formalidad! Un hombre con traje de pingüino se acerca a mi abuelo y le dice algo en inglés. Parece ser el mayordomo de la casa.  Es el único que lleva ese tipo de traje.
-Tu abuela nos espera en el salón.
-De acuerdo.
Entonces entramos en el enorme castillo. Cuando entro mis ojos expresan sorpresa y admiración. Es el lugar más lujoso que he visto nunca. Tiene al final del enorme pasillo unas escaleras por las que se pueden subir por ambos lados ya que dan al mismo lugar. Son de un color mármol blanco tan brillante que dejan sin habla. Debajo de éstas, justo en el centro hay una enorme puerta de color marrón. Están abiertas y dentro se ve otro enorme pasillo que parece no tener fin. A los lados del primer pasillo hay dos enormes puertas. A la derecha parece haber un salón de baile para tropecientas personas. Y a la izquierda un gigantesco salón. Aunque de unas proporciones un poco más pequeñas que el posible salón de baile. No hay muchas flores. Solo algunas aquí y allá. El hombre vestido de pingüino nos guía hasta el salón. ¡Es precioso! Está decorado en tonos marrones, beigs y crudos. Tiene unos preciosos sofás  en los mismos tonos cubiertos de tantos cojines como puedas imaginar. Una enorme chimenea al final y a ambos lados dos hermosos sillones del mismo color que los sofás. Después en el centro una bonita mesa marrón oscura con unos bonitos adornos. Los ventanales llegan del techo al suelo con unas enormes cortinas beigs y marrón que parecen de hace dos siglos o más incluso, al igual que la gigantesca alfombra que adorna el salón. Es lo más bonito que he visto jamás. En uno de los sillones está sentada una mujer con el pelo rubio y perfectamente peinado, no demasiado maquillada y un traje de chaqueta en color beigs. Parece que se ha vestido a conjunto con el salón. Nos mira y sonríe.
-¡Amanda, Silvia!-Grita emocionada la mujer.
-Hola.-Digo yo.
-¡Abuela!-Grita mi hermana.
La mujer se levanta y se acerca a nosotros. Cuando está a nuestra altura se acerca a mí y me sonríe y luego me da dos besos. Luego a mi hermana y después un beso en la mejilla a mi abuelo. Parece amable y cariñosa. Su rostro refleja ternura.
-¿Qué tal estas?
-Bueno, pues bastante sorprendida la verdad.
-Bueno es normal. Creo que te debemos una explicación. Venid sentaos.
Silvia y yo nos sentamos en el enorme sofá, mi abuelo en el otro sillón y ella en el que estaba sentada antes.
-Bueno, pues lo primero, te preguntarás por qué vivimos en un lugar así, ¿no?-Pregunta ella.
-Pues la verdad es que sí.
-Bueno, pues soy la duquesa de Brightlake.
¿Mis oídos han escuchado bien? ¿La duquesa de qué?
-Y yo, naturalmente, el duque de Brightlake.
-¿Es una broma verdad?
-No, ¿por qué debería serlo? –Pregunta ella.
-No sé. Porque es algo que ninguna niña de diecisiete años cabría imaginar.
-Bueno, os debemos muchas explicaciones.
-Bastante.
Esto me ha sobrepasado. ¿Duque? ¿Duquesa? Pero, ¿qué broma es esta?
-Deberíais descansar del viaje. A las 9 cenaremos y podremos hablar mejor.- Dice mi abuela en tono dulce.
-¿Yo puedo comer ahora?-Pregunta Silvia que no ha dicho nada hasta ahora.
-Silvia…
-No te preocupes, puedes cenar ahora e irte a dormir cuando termines pequeña.-Dice mi abuela.
-Alfred, dile a Margaret que prepare la cena para la señorita.
-Yo puedo irme entonces ¿no?-Estoy deseando estar sola.
-Claro, Flora te acompañará a tu habitación.-Dice mi abuelo.
Me voy sin decir nada y sigo a la joven vestida de negro que me guía por los interminables y enormes pasillos. De repente se para y abre una puerta tan antigua que es difícil adivinar de que siglo es. Se aparta y me deja pasar. De nuevo me invade el asombro. Es increíblemente enorme y elegante. Parece el cuarto de una princesa. Tiene una especie de hall con una mesita a la derecha. A medida que avanzo mi asombro aumenta. Es una habitación sensacional. Tiene un sofá en tonos rosas pastel y beigs que parece de hace doscientos años, una mesa pequeña delante, y justo enfrente una cama enorme, en la que pueden caber perfectamente cuatro personas, con una cantidad tan grande de cojines que asombra. Los adornos de la pared son impresionantes. A ambos lados de la cama hay unas puertas abiertas que como a otra habitación con una puerta preciosa. Flora saca de un bolsillo de su impecable delantal blanco y aprieta un botón, la puerta se abre y si ya creía que no podía quedar más impresionada, pues estaba equivocada. Se encienden unas luces y de repente parece que estoy en una tienda. Hay un sillón de color pistacho antiguo que tiene pinta de ser muy cómodo y miles de compartimentos llenos de complementos de todo tipo, zapatos para cada día del año y tal cantidad de ropa que asusta. Todavía no he hablado y Flora me mira. Sale de la impresionante habitación llena de ropa y se dirige a la izquierda dónde hay otra puerta que da a un baño como ningún otro. Tiene una bañera antigua y está decorado en tonos celeste pastel y blanco. El lavabo es inmenso, con un espejo de lado a lado, y está lleno de todo tipo de cremas y maquillajes. Me pregunta que si quiero ducharme y asiento con la cabeza. No tengo palabras. Flora se va y yo salgo del espectacular baño. Cuando entro de nuevo en el dormitorio veo que no están mis maletas por ninguna parte. Entro de nuevo en la habitación de los armarios y cuando la observo mejor puedo darle nombre. Es un vestidor. Mi vestidor. Siento la necesidad de gritar pero me contengo. No sería buena idea alertar a nadie. Observo la ropa. Es magnífica. Por fin encuentro mi ropa. Está dentro de un armario muy bien colocada. Cojo lo necesario para ducharme y entro en el baño. Estoy mareada pero el agua caliente de la enorme bañera ayuda a reponerme. Intento analizar la situación: mi abuelo es el duque de no sé qué y estoy en un castillo de vete tú a saber de cuantos siglos. Mañana llamaré a mi madre y le pediré explicaciones. Ahora entiendo la risa de mi padre en el ascensor. Salgo de la bañera y me seco con unas toallas blancas perfectamente colocadas en unas estanterías al lado del lavabo. Salgo fuera y me visto en el vestidor. Mi vestidor. ¿Cómo  estará Silvia? Mañana por la mañana hablaremos tranquilamente. Escucho que alguien llama a la puerta. Abro y veo a Flora. Ésta me dice que me esperan para cenar y la sigo. Ahora nos dirigimos al pasillo que está justo debajo de las enormes escaleras hasta un comedor de unas dimensiones más consideradas que el enorme  salón de antes. Mis abuelos están de pie esperándome. Me miran y me dicen que me siente. La mesa es enorme. Mi abuelo preside la mesa, mi abuela se encuentra a su derecha y yo a la izquierda de éste. Entonces empieza ha hablar.
-Bueno, creo que te debemos una explicación a todo esto.
-Yo también lo creo...
-Bueno, pues comencemos entonces.-Dice mi abuela.
Yo los miro a ambos mientras mi abuelo comienza a hablar. A medida que habla no puedo creer lo que estoy oyendo...

domingo, 22 de enero de 2012

Capítulo 2.

¿Qué hora es? Silvia no está. ¿Me he dormido? Es imposible. El despertador del móvil no ha sonado. Miro el móvil.  Las siete y diez. ¡Me tenía que haber despertado hace media hora! Pues sí que ha sonado sí.  En el pasillo se oye a gente. Me levanto rápidamente y salgo de mi cuarto.
-Mamá, ¿por qué no me has despertado?-Le pregunto mientras entro en la cocina. Ella está poniéndole el desayuno a mi hermana.
-Tu abuelo ha llamado y ha dicho que vendrá más tarde. Así que no quería despertarte todavía. Vendrá a las nueve.-Me dice con una sonrisa.
-Ah vale. Sabes, anoche me dormí pensando en cómo será la casa del abuelo, en cómo será el verano  y no sé me han entrado ganas de ir.
Mi madre esboza una enorme sonrisa. Tan grande que me emociona.  Le alegra que quiera ir. Aunque yo no es que tenga muchas ganas. Pero puede ser un verano interesante.
-Me alegro mucho cariño. A tu padre también le alegrará que quieras ir. –Le dice mi madre dándome un gran abrazo. Me alegra hacerla feliz.
-Por cierto, ¿dónde está?
-Se está duchando.
-Vale.
-Buenos días cielo.-Me dice mi padre mientras me da un beso en la mejilla.
-Buenos días papá. ¿Ya has terminado? Bien, pues me voy a duchar yo.
-Venga pero no tardes que tienes que desayunar y revisar que está todo listo.-Dice mi madre.
-Claro, no te preocupes. En nada estoy lista.
Cojo la ropa que dejé preparada anoche y me dirijo al cuarto de baño.  Me ducho rápidamente y me visto. Cuando salgo mi madre tiene mi desayuno preparado en la concina. Me siento y desayuno tranquilamente. Me sobra tiempo. Son sólo las ocho. Cuando termino dejo los platos en el fregadero y me dirijo al salón. Mi padre está leyendo el periódico y mi madre la revista ¡Hola! Mi madre deja de leer y me mira.
-¿Ya has revisado si está todo?
-Que va. Tengo tiempo.
-Luego se te olvidará algo seguro.
-No te preocupes mamá.
-Tu madre tiene razón, seguro que se te olvida algo.-Ríe mi padre.
-Verás cómo no.
-¿Otra vez te has planchado el pelo?-Pregunta mi madre.
-Sí…
-Te vas a quedar calva como sigas planchándote el pelo tanto. Con los rizos tan bonitos que tienes.
-Mamá lo que yo tengo no son rizos. Lo que yo tengo es una maraña de pelo.
-Pues a mí me gustan.-Dice mi madre.
-A mí no. Me voy a pintar.
-No tienes remedio.-Se resigna mi madre.
Me levanto y me dirijo de nuevo al baño. Cojo mis pinturas y comienzo a pintarme. Base de maquillaje, polvos, ojos con lápiz negro, rímel… ¿qué me falta? ¡Ah sí! Coloretes. Lista. Ya estoy lista. Recojo las pinturas y salgo del baño. Entro en mi habitación y guardo mi neceser en la maleta de mano. Está todo ¿no? Creo que sí. Me miro al espejo. Me gusta el conjunto de hoy. Pelo suelto y liso. Básica de manga corta blanca, un collar, vaqueros claros y unas sandalias marrones. Me gusta. ¿Bolso? Mmm… sí este de marrón de flecos. Lista. ¿Qué hora es? Las ocho menos veinte. Todavía tengo tiempo.
-Amanda, ¿puedes bajar la basura?-Me dice mi madre desde la cocina.
-Vale, ahora voy.
Suelto el bolso y me dirijo a la cocina, cojo la bolsa de la basura y salgo de casa. Ya funciona el ascensor, asique voy a optar por cogerlo. Mientras espero a que llegue, recuerdo el día de ayer. ¿Debería decirle que me voy? Bueno él se va de viaje… pero no será todo el verano… Si me llama, ¿qué le digo? ¡Ay qué lio! Espero no encontrármelo. Salgo corriendo del ascensor y salgo del portal. Hace un día soleado. Espléndido. Un precioso sábado para pasear. Tiro la basura rápidamente y vuelvo a entrar. Puf, menos mal, no está. Vuelvo a entrar en el ascensor y  aprieto el segundo botón. Menos mal que no me lo he encontrado, no tengo ganas de dar explicaciones. Cuando no me quede otro remedio, lo aré. Al entrar en casa mi padre está con las maletas en la puerta.
-Termina de recoger lo que te vayas a llevar en la mano y bajamos. Tu abuelo ha dicho que estaba en la rotonda.
-Vale.-Me dirijo hacia mi cuarto y cojo el bolso marrón de flecos, mi blacberry y la cartera y lo meto dentro.
-Ya estoy.
-Venga pues bajemos.
-¿Y Silvia?
-Ahora baja con mamá.
-Vale.
Bajo con mi padre en el ascensor. Está feliz. Quiere que disfrute de este verano. Aunque parece saber algo que yo no sé.
-¿Y esa cara papá?
-¿Qué cara?
-No sé, parece que sabes algo que yo no sé.
-¡Qué dices!
-Papá, se te nota.
-No tengo nada que decir.-Dice esbozando una sonrisa.
-Ya me enteraré ya…
-Puede…-Dice con sin quitar su sonrisa.
Y me da un abrazo.
-Venga, que tu abuelo espera.
Salimos del ascensor y seguidamente del portal. Cuando salimos hay un coche negro muy elegante, tiene pinta como de una limusina. Pero un poco más pequeña. De repente mi abuelo sale del gran coche.
-Buenos días.-Dice detrás de unas gafas negras de sol.
-Buenos días.-Él y mi padre se dan la mano.
-Hola, buenos días.-Digo yo, y acto seguido a mí también me da la mano.
-Adam, guarda las maletas.-Le dice mi abuelo a un hombre completamente vestido de negro, también con gafas de sol y el rostro serio. Lo más gracioso es que se lo dice en un perfecto inglés.
-Hay están Silvia y mamá.-Digo yo.
-Muy bien, ya estamos todos.
Mi abuelo saluda a mi madre y a mi hermana de una manera bastante fría. Igual que a mi padre y a mí.
-Mamá te voy a echar de menos. Y a ti también papá.
-Y nosotros a ti cielo.-Dice mi madre.
Y los tres nos damos un abrazo que irradia amor.
-¡Eh! Que yo también quiero.-Protesta Silvia.
Y ahora nos damos un abrazo los cuatro. Cuando ya todos nos despedimos, mi hermana, mi abuelo y yo nos montamos en el gran coche. ¡Guau! ¡Es enorme! Tiene mini bar y una televisión. Es increíble.
-Guau, esto es enorme.-Grito con emoción.
Mi abuelo no contesta. Mi hermana tampoco cabe en su asombro. Pero mi abuelo sigue sin decir nada. Me asomo por la ventana y me despido con la mano de mis padres. El coche arranca. Estoy nerviosa. ¿De qué habla con él? Bueno habrá que improvisar.
-Estoy nerviosa. Pero tengo muchas ganas de ir.
-Me alegro. Seguro que te encantará la casa. Y tu abuela está deseando que lleguéis.
Mi abuela…
-¿Cómo se llama?-Al momento de arrepiento de haber hecho la pregunta.
-Donna.-Contesta seco.
-Qué bonito.
Él no contesta. Mi hermana le pide que ponga una película y este accede, por lo que el camino hacia el aeropuerto es más cómodo de lo que pensaba. Cuando llegamos un hombre muy elegante nos espera en la puerta.
-Bienvenido señor. Les estábamos esperando. –Y nos guía por el aeropuerto. Un hombre lleva nuestras maletas. Me siento rara. Entramos en las pistas, pero no entramos en el avión en el que entra todo el mundo. En el nuestro no entra nadie. Sólo nosotros. ¡Qué extraño! Ni siquiera hemos facturado… Cuando subo las escaleras del avión hay una joven muy bien arreglada en la puerta que me saluda muy educadamente. Entro y no quepo en mi asombro. ¡Es un jet privado! ¡Un jet privado! ¡Es increíble! ¡No puedo creerlo!
-¿Es sólo para nosotros?-Pregunto atónita.
-Claro.
-¡Es increíble!
-Me alegro de que te guste.
El interior del avión es fantástico. Tiene cuatro enorme sillones beis que parecen ser muy cómodos. Y una mesa en el centro de ellos. Una enorme pantalla plana. Al fondo hay una puerta que parece ser el baño. Es espectacular.
-Siéntate y ponte cómoda. Ahora vendrá una azafata. Pide lo que quieras.
-Vale…
-Silvia, ¿has visto esto? ¿No te encanta?
-Es chulísimo Ami. ¡Me encanta!
-¡Y es para nosotras!
Mi hermana está tan asombrada como yo. Nos sentamos una frente a la otra y nos miramos sonrientes. Pronto viene una mujer y me pregunta que si quiero que me haga que manicura. ¡Increíble! El viaje pasa demasiado deprisa. Casi que no me doy cuenta. Dos horas después mi abuelo me dice que mire por la ventana. Si ya creía que lo que había visto desde que bajé de mi casa era absolutamente increíble, lo que estoy viendo es incluso mejor. Increíblemente mejor. Es inmejorable. Todo este tiempo pensando cómo sería la casa de mis abuelos y jamás de los jamases hubiese imaginado que mi abuelo podría vivir en un lugar tan fantástico, enorme y espectacular y asombroso como este.

domingo, 15 de enero de 2012

Capítulo primero.

Hola, me llamo Amanda y tengo dieciocho años. Me gustaría contaros como fue mi anterior verano. Ya casi ha pasado un año y me parece que fue ayer. No os podéis imaginar como ha cambiado mi vida desde entonces. Tengo tantas cosas que contar que no sé ni cómo empezar. Aunque como me dice mi madre siempre que quiero contar algo, ¿qué tal por el principio?


Último día de clase. ¡Por fin! No puedo creerlo, aunque tengo la sensación de que el instituto demasiado deprisa. ¡Qué bien! Ahora tengo todo el verano para salir y sobre todo para disfrutar leyendo. Hace mucha calor. Menos mal que ya estoy llegando a casa. Mamá tiene que estar ya con la comida en la mesa. Después llamaré a Mónica para quedar esta noche. ¡Ay que bien está la puerta del portal abierta!
-¡Hola!
-¡Hola!-Contesta un chico con el pelo claro, ojos azules y un cuerpo que quita el sentido.
No puedo creerlo, ¡esto si que es suerte! ¡El vecino guapo! Pero anda que hay que ver que pintas traigo... Es mas guapo todavía de lo que recordaba.
-¿Subes?-Pregunta con una sonrisa. 
"No voy por las escaleras"¿Te imaginas que le digo eso? Casi que no le dejo tiempo a terminar.
-¡Sí!-Quizás he tenido demasiado entusiasmo, pero me da igual.
-¿A cual vas? 
-Al segundo. ¿Tú?-Vaya pregunta estúpida.
-Al tercero. 
-Vale.-¡Seré idiota!Pero bueno ya se que vive en el tercero. Algo es algo. Ay madre, esto va muy lento...
-¿Qué pasa?-Pregunto yo.
-Creo que se está parando.
-¿Cómo?-Pregunto aterrorizada. 
Y de repente se para. Dios, ¿no podía pararse sin estar yo dentro? Aunque mirándolo bien, la compañía no podía ser mejor.
-No me lo puedo creer.-Digo yo mientras llamo corriendo a mi madre. Menos mal, tengo cobertura. Bien, lo ha cogido.
-¡Mamá! ¡Que me he quedado encerrada en el ascensor!
De repente sólo se oye una voz muy rápida al otro lado del teléfono.
-Vale, no te preocupes.-Y cuelgo.-¿Tú no avisas a nadie?
-Que va, hoy comía sólo. Y como llame a mis padres, los voy a preocupar sin motivos, dentro de un rato habremos salido.
-Ya, tienes razón. Esperemos que sea poco tiempo el que estemos aquí. Le tengo un poco de respeto a los sitios pequeños y sin ventilación.
-Vamos lo que viene a ser la claustrofobia. Ja ja. Por cierto, me llamo Marcos. 
-Yo Amanda.
-¿Vienes del instituto?-Pregunta él con la misma sonrisa que puso antes en la puerta del ascensor.
-Sí, ya por fin terminé.
-Me alegro, espero que pases un buen verano.
-Gracias, tú también.
-La verdad es que pareces mayor. No parece que vayas al instituto la verdad. Pero la mochila te delata.
-Jajajaja. Me lo dice mucha gente, la verdad.
-¿Y qué, dónde vas a pasar las vacaciones?
-Pues, iremos a la playa con mis primos, ¿y tú?
-Pues me voy de viaje.
-¿Ah sí? ¿A dónde?
-Todavía no lo sé. Me van a dar una sorpresa.
-¿Tu novia no?
-Que va, si no tengo.-Ríe él.
-Uy, siempre metiendo la pata.-¿Por qué no me callo la boca? Qué vergüenza. Me estoy poniendo roja. Dios...
-No te preocupes.-Y pone esa sonrisa de antes. ¿Quiere volverme loca con esa sonrisa? Porque lo está consiguiendo. Uy...silencio. Ese silencio tan incómodo que te encantaría salir corriendo. Que hable por favor que hable.
-¿Y te ha quedado alguna?-Me pregunta mirándome. 
Gracias.
-Qué va. He terminado bastante bien.
-Me alegro. Yo no era de sacar muy buenas notas. 
-¿Qué estás haciendo tú?
-Segundo de carrera.
Universitario... ¿Le falta algo a este chico?
-¿De qué?
-De Psicología.
-¡Yo también quiero estudiar eso!-Dios mio, pero si es que es perfecto.
-¡Qué casualidad!
-Pues sí la verdad. ¿Y cómo te va?
-Pues bastante bien, me alegro de haber escogido esto.
De repente empezamos a hablar de un montón de cosas y cuando me quise dar cuenta se escucharon voces fuera del ascensor.
-Bueno parece que nos van a sacar ya.-Dice él con una cara de no tener muchas ganas de que ocurriese eso.

Dios mío, que me da algo.
-Pues sí. He pasado un rato muy agradable.
-Yo también, espero que podamos continuar pronto con la conversación.
¿Me ha dicho de quedar o me lo está pareciendo a mí?
-Claro, cuando tú quieras.-Le digo sonrojándome.
-¿Me das tu número y te llamo?
¡¡Me está pidiendo mi número de teléfono!! Esto no me puede estar pasando a mí. Es demasiado bonito para ser verdad. De repente empiezo a notar cómo se me encienden las mejillas.
-Claro, apunta.
Y le digo mi número. ¡Me va a llamar!
-Apuntado. Te llamaré pronto.
Y me sonrojo. Creo que no se ha dado cuenta. ¿O sí? Y se abre la puerta del ascensor.
-¿Estáis bien?-Pregunta un hombre gordo, con barba ya grisácea y el típico mono azul. Tiene cara de pocos amigos.
-Sí, muchas gracias.
-Venga, que os ayudo a salir.
Nos hemos quedado atrapados entre dos plantas y tenemos que salir por la parte de arriba del ascensor.
-Tú primero.-Me dice él.
Éste me agarra por la cintura y me impulsa hasta que el técnico me coge la mano. Noto como se me acelera el corazón y se me pone la piel de gallina. Antes de darme cuenta está fuera del ascensor. ¡Qué agilidad!
-Bueno, nos vemos pronto Amanda.-Me dice con una sonrisa.
-Claro, espero que sea pronto.-Le contesto con otra sonrisa.
-¿Amanda estás bien?-Pregunta un poco desquiciada mi madre.
-Sí mamá estoy bien.-Le contesto yo.
-Vamos a casa, que tenemos que hablar de algo.
¿De qué querrá hablar mi madre? No entiendo nada. No sabría describir su cara ahora mismo. Está entre sorpresa, tristeza y alegría. Es una mezcla algo extraña. Miro a Marcos y le digo adiós con la mano. Él hace lo mismo. Yo me sonrojo y me doy la vuelta. Pronto llegamos a la puerta de mi casa. Mi madre me mira muy seria y empieza ha hablar.
-Entra y por el amor de Dios, no te pongas echa una furia, papá y tu hermana están en casa.
-¿Hecha una furia por qué?-Le pregunto extrañada.
-Hay una persona en casa que quiere hablar con vosotras.
-¿Con Silvia y conmigo?
-Sí. A sí que tranquila ¿vale?-Me ruega mi madre.
-Vale, tranquila.
Cuando entro en el salón mi padre y mi hermana están sentados en el sofá, pero cuando me giro un poco más veo a un hombre sentado en el sillón beis. Tiene el pelo canoso, esta gordo y va vestido de traje de chaqueta. Un traje negro con una blusa blanca y corbata negra. Tiene cara de pocos amigos. Cuándo me ve me examina de arriba a abajo. Cuando lo miro más, veo que tiene un cierto parecido a mamá. 
-Hola.-Digo de pie en el salón. 
-Hola cariño.-Dice mi padre.
-¡¡Hola Ami!!-Grita mi hermana. 
-Amanda, este es Arturo.-Dice mi madre mientras se acerca a mi padre.
-Hola.-Digo mientras le miro.
-Hola.-Contesta él serio mientras me observa.
-Es tu abuelo.-Dice ella.
¿Cómo?¿Mi abuelo?¿Este hombre? Pero si no he sabido nada de él nunca. Jamás me han hablado de él. Siempre que le preguntaba a mi madre sobre mis abuelos, ella cambiaba de tema. Pensaba que murieron. No sé que decir.
-¿No dices nada?-Pregunta mi padre algo preocupado.
-No, es que me he quedado boquiabierta.
-Lo imagino.-Contesta mi abuelo. MI abuelo...
-Tu abuelo quiere deciros una cosa a ti y a tu hermana cielo.-Dice mi madre.
-Quiero que tú y tu hermana vengáis a pasar el verano conmigo.-Dice él sin mover un ápice el rostro.
-Eh... yo es que...
No se qué decir. 
-No tienes que ir si no quieres.-Dice mi madre con el rostro amable.
-Pero ya teníamos planes ¿no?-Pregunto yo.
-Sí, pero los cambiaremos si eso es lo que tu quieres.-Dice mi padre.
Mi abuelo no hablaba, sólo nos miraba a mi y a mi hermana. Hubo un momento en el que su rostro mostró ternura. Pero no duró ni un segundo.
-¿Queréis que vaya?
-A  mi me gustaría que fueses y que conocieses tus raíces.-Dice mi madre.
-Entonces iré mamá.-Digo mientras me acerco y le doy un abrazo.
-¡Qué bien!¿Cuándo nos vamos?-Pregunta Silvia que no cabe en su gozo.
-Tranquila cariño. Ahora os lo dirá tu abuelo.-Dice mi padre.
-Pues me gustaría que vinieseis lo antes posible. Mañana mismo. 
-¿Mañana?-Pregunto yo. Es demasiado pronto.
-Sí, tengo asuntos que resolver allí y necesito volver pronto.
-Bueno... pero... está bien.-Me resigno.
-Mañana a las ocho estaré aquí para buscaros.-Dice mi abuelo mientras se levanta del sillón. Se despide de mi padre y de mi padre. Le revuelve el pelo a mi hermana y se dirige hacia mi y me da la mano. Un gesto algo extraño para mi. 
-Arturo,¿a dónde vamos a ir?-Pregunto con algo de miedo por su gesto serio.
Él me mira fijamente. 
-Es verdad, no os lo he dicho. Nos vamos a Bristol.
-¡¿A Bristo?! ¡¿Inglaterra?!-Pregunto yo. No quepo en mi asombro.
-Sí.-Contesta seco.
Se dirige hacia la puerta y vuelve a despedirse con un simple hasta mañana y cierra a puerta. Yo me vuelvo y miro a mi madre. Esta hace un gesto como para que vuelva al salón. Cuando me siento me explica que mi abuela había convencido a mi abuelo para que viniese para que pasáramos el verano con ellos. Que nosotras no habíamos sabido nada de ellos porque se enfadaron con   ella porque se casó con mi padre. Pero no quiso darme mas detalles. Quiere que descubra mis raíces por mi misma. Parece preocupada, pero se que está feliz. Se le nota en los ojos. Mi padre también lo está. Cuando terminamos con la conversación me dirijo a mi cuarto y empiezo a sacar ropa. Mi madre viene en un rato con dos enormes maletas azul marino y otra de mano. Juntas empezamos a preparar las cosas. Por la tarde llamo a mis amigas para contarles lo sucedido. Me dicen que es increíble como unas once veces.Será todo el verano. Y mientras cuelgO el teléfono Me queda mirándolo y de repente Me acuerdO. ¡Marcos! No veré a Marcos en todo el verano. No puedo creerlo. No me ha acordado de él en todo el día. Mientras miro el móvil este suena. Es un SMS. Cuando veo de quién es me decepciono. Es Sara, me felicita por lo ocurrido. Decido no decirle nada a Marcos. Será lo mejor. Espero que no me mande ningún mensaje ni que me llame. Además no creo que lo haga. 
Antes de darme cuenta entre tanto ajetreo, dan las diez de la noche. Ceno y cuando me aseguro de que todo está en orden, me meto en la cama después de despedirme de mis padres. Cuando estoy apunto de dormirme, mi puerta se abre.
-Ami... ¿estás dormida?-Pregunta Silvia en voz baja.
-No cariño, entra.
-¿Estás nerviosa?
-Claro, ¿tú no?
-Sí, y mucho. ¿Cómo crees que será la casa del abuelo?
-Pues no lo se Silvi, pero seguro que nos encantará.
Mi hermana pequeña es increíble. Para tener siete años es demasiado espabilada.
-¿Puedo dormir contigo?
-Claro, sube.
Mi hermana entra en mi cama y se acurruca a mi. Pronto se duermen.Pronto me quedo dormida pensando en el verano. Pienso que será aburrido. Y en cómo será mi abuela. Pero lo que yo no pienso ni por asomo, es lo espectacular, increíble e inolvidable que éste será.