¿Es verdad lo que están viendo mis ojos? Esto no puede ser verdad. ¿Es
esto posible? No, no puede.
-¿Te gusta?-Pregunta él.
No contesto. No soy capaz de reaccionar.
-¡Me encanta abuelo! ¿Vamos a vivir aquí todo el verano?-Silvia no
cabe en su asombro.
-Claro.
Asique sí es posible. ¡Voy a vivir en un castillo! Tengo que estar
soñando.
-Amanda, ¿no dices nada?
-Es que, no me salen las palabras para describir mi asombro.
Me da la sensación de que ya no se comporta de la misma manera que al
principio. Me vuelvo hacia la ventanilla del enorme jet privado y sigo
observando aquel maravilloso lugar. Tiene la fachada color piedra y del techo
salen unos enormes capirotes azules que parecen los de el hada madrina de
Cenicienta. Tiene tantos ventanales que es imposible contarlos y en lo alto de
las torres parece haber esos desvanes de cuento que siempre esconden un secreto
maravilloso. A su lado hay un enorme lago en el que se refleja, rodeado de
cientos de árboles verde intenso. Es como un sueño. Minutos más tarde
aterrizamos y poco tiempo después, volvemos a montarnos en una enorme limusina
negra. No puedo aguantarme más, tengo que preguntarle.
-Eh… Arturo… me gustaría hacerte una pregunta…
-Dime.
-¿Eres de la realeza o algo así? ¿O un ministro, un embajador o algo
parecido? Porque es que si no, no me explico lo de ese enorme castillo.
El hombre ríe, pero sin abrir la boca.
-Esperaba que me hicieses esa pregunta. Has tardado mucho.
-Es que…
-Pero, esperemos a llegar a casa y hablar con tu abuela, ¿te parece?
Yo no contesto, me limito a asentir y a mirar por la ventana. Estamos
pasando por un pueblo muy bonito. Con alegres calles adornadas con muchos
árboles y casitas sacadas de un cuento. La gente se queda mirando cuando la
enorme limusina pasa ante ellos. No parecen sorprendidos de verla. Todos, o
bueno, casi todos saludan.
No tardamos mucho en llegar al gigantesco castillo. Es todavía más
impresionante ahora. Cuando bajamos de la limusina un grupo de doce criados
vestidos con unos elegantes uniformes negros está a ambos lados de la enorme
puerta haciéndonos un pasillo. No puedo creerlo. Parecen sacados de Downton Abbey. Llegamos a ellos y mi
abuelo comienza a hablar.
-Amanda, esta es Flora. Se encargará de ti los días que estés aquí.
Todo lo que necesites se lo pedirás a ella.
-Eh… vale.
¿Una criada solo para mí? Esto tiene que ser un sueño. Es
absolutamente increíble.
-Silvia, y esta es Bianca. Te digo lo mismo que a tu hermana. Todo lo
que quieras se lo pides a ella.
-¡Hola Bianca! ¿Cómo estás? ¿Sabes hablar español?
-¡Hola! Claro señorita, no se preocupes usted.
¿Señorita? ¡Qué formalidad! Un hombre con traje de pingüino se acerca
a mi abuelo y le dice algo en inglés. Parece ser el mayordomo de la casa. Es el único que lleva ese tipo de traje.
-Tu abuela nos espera en el salón.
-De acuerdo.
Entonces entramos en el enorme castillo. Cuando entro mis ojos
expresan sorpresa y admiración. Es el lugar más lujoso que he visto nunca.
Tiene al final del enorme pasillo unas escaleras por las que se pueden subir
por ambos lados ya que dan al mismo lugar. Son de un color mármol blanco tan
brillante que dejan sin habla. Debajo de éstas, justo en el centro hay una
enorme puerta de color marrón. Están abiertas y dentro se ve otro enorme
pasillo que parece no tener fin. A los lados del primer pasillo hay dos enormes
puertas. A la derecha parece haber un salón de baile para tropecientas
personas. Y a la izquierda un gigantesco salón. Aunque de unas proporciones un
poco más pequeñas que el posible salón de baile. No hay muchas flores. Solo
algunas aquí y allá. El hombre vestido de pingüino nos guía hasta el salón. ¡Es
precioso! Está decorado en tonos marrones, beigs y crudos. Tiene unos preciosos
sofás en los mismos tonos cubiertos de tantos
cojines como puedas imaginar. Una enorme chimenea al final y a ambos lados dos
hermosos sillones del mismo color que los sofás. Después en el centro una
bonita mesa marrón oscura con unos bonitos adornos. Los ventanales llegan del
techo al suelo con unas enormes cortinas beigs y marrón que parecen de hace dos
siglos o más incluso, al igual que la gigantesca alfombra que adorna el salón.
Es lo más bonito que he visto jamás. En uno de los sillones está sentada una
mujer con el pelo rubio y perfectamente peinado, no demasiado maquillada y un
traje de chaqueta en color beigs. Parece que se ha vestido a conjunto con el
salón. Nos mira y sonríe.
-¡Amanda, Silvia!-Grita emocionada la mujer.
-Hola.-Digo yo.
-¡Abuela!-Grita mi hermana.
La mujer se levanta y se acerca a nosotros. Cuando está a nuestra
altura se acerca a mí y me sonríe y luego me da dos besos. Luego a mi hermana y
después un beso en la mejilla a mi abuelo. Parece amable y cariñosa. Su rostro
refleja ternura.
-¿Qué tal estas?
-Bueno, pues bastante sorprendida la verdad.
-Bueno es normal. Creo que te debemos una explicación. Venid sentaos.
Silvia y yo nos sentamos en el enorme sofá, mi abuelo en el otro
sillón y ella en el que estaba sentada antes.
-Bueno, pues lo primero, te preguntarás por qué vivimos en un lugar
así, ¿no?-Pregunta ella.
-Pues la verdad es que sí.
-Bueno, pues soy la duquesa de Brightlake.
¿Mis oídos han escuchado bien? ¿La duquesa de qué?
-Y yo, naturalmente, el duque de Brightlake.
-¿Es una broma verdad?
-No, ¿por qué debería serlo? –Pregunta ella.
-No sé. Porque es algo que ninguna niña de diecisiete años cabría
imaginar.
-Bueno, os debemos muchas explicaciones.
-Bastante.
Esto me ha sobrepasado. ¿Duque? ¿Duquesa? Pero, ¿qué broma es esta?
-Deberíais descansar del viaje. A las 9 cenaremos y podremos hablar
mejor.- Dice mi abuela en tono dulce.
-¿Yo puedo comer ahora?-Pregunta Silvia que no ha dicho nada hasta
ahora.
-Silvia…
-No te preocupes, puedes cenar ahora e irte a dormir cuando termines pequeña.-Dice
mi abuela.
-Alfred, dile a Margaret que prepare la cena para la señorita.
-Yo puedo irme entonces ¿no?-Estoy deseando estar sola.
-Claro, Flora te acompañará a tu habitación.-Dice mi abuelo.
Me voy sin decir nada y sigo a la joven vestida de negro que me guía
por los interminables y enormes pasillos. De repente se para y abre una puerta
tan antigua que es difícil adivinar de que siglo es. Se aparta y me deja pasar.
De nuevo me invade el asombro. Es increíblemente enorme y elegante. Parece el cuarto
de una princesa. Tiene una especie de hall con una mesita a la derecha. A
medida que avanzo mi asombro aumenta. Es una habitación sensacional. Tiene un
sofá en tonos rosas pastel y beigs que parece de hace doscientos años, una mesa
pequeña delante, y justo enfrente una cama enorme, en la que pueden caber
perfectamente cuatro personas, con una cantidad tan grande de cojines que
asombra. Los adornos de la pared son impresionantes. A ambos lados de la cama
hay unas puertas abiertas que como a otra habitación con una puerta preciosa. Flora
saca de un bolsillo de su impecable delantal blanco y aprieta un botón, la
puerta se abre y si ya creía que no podía quedar más impresionada, pues estaba
equivocada. Se encienden unas luces y de repente parece que estoy en una
tienda. Hay un sillón de color pistacho antiguo que tiene pinta de ser muy
cómodo y miles de compartimentos llenos de complementos de todo tipo, zapatos
para cada día del año y tal cantidad de ropa que asusta. Todavía no he hablado
y Flora me mira. Sale de la impresionante habitación llena de ropa y se dirige
a la izquierda dónde hay otra puerta que da a un baño como ningún otro. Tiene una
bañera antigua y está decorado en tonos celeste pastel y blanco. El lavabo es
inmenso, con un espejo de lado a lado, y está lleno de todo tipo de cremas y
maquillajes. Me pregunta que si quiero ducharme y asiento con la cabeza. No tengo
palabras. Flora se va y yo salgo del espectacular baño. Cuando entro de nuevo
en el dormitorio veo que no están mis maletas por ninguna parte. Entro de nuevo
en la habitación de los armarios y cuando la observo mejor puedo darle nombre. Es
un vestidor. Mi vestidor. Siento la necesidad de gritar pero me contengo. No sería
buena idea alertar a nadie. Observo la ropa. Es magnífica. Por fin encuentro mi
ropa. Está dentro de un armario muy bien colocada. Cojo lo necesario para
ducharme y entro en el baño. Estoy mareada pero el agua caliente de la enorme
bañera ayuda a reponerme. Intento analizar la situación: mi abuelo es el duque
de no sé qué y estoy en un castillo de vete tú a saber de cuantos siglos. Mañana
llamaré a mi madre y le pediré explicaciones. Ahora entiendo la risa de mi
padre en el ascensor. Salgo de la bañera y me seco con unas toallas blancas
perfectamente colocadas en unas estanterías al lado del lavabo. Salgo fuera y
me visto en el vestidor. Mi vestidor. ¿Cómo estará Silvia? Mañana por la mañana hablaremos
tranquilamente. Escucho que alguien llama a la puerta. Abro y veo a Flora. Ésta
me dice que me esperan para cenar y la sigo. Ahora nos dirigimos al pasillo que
está justo debajo de las enormes escaleras hasta un comedor de unas dimensiones
más consideradas que el enorme salón de
antes. Mis abuelos están de pie esperándome. Me miran y me dicen que me siente.
La mesa es enorme. Mi abuelo preside la mesa, mi abuela se encuentra a su
derecha y yo a la izquierda de éste. Entonces empieza ha hablar.
-Bueno, creo que te debemos una explicación a todo esto.
-Yo también lo creo...
-Bueno, pues comencemos entonces.-Dice mi abuela.
Yo los miro a ambos mientras mi abuelo comienza a hablar. A medida que
habla no puedo creer lo que estoy oyendo...
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