domingo, 17 de junio de 2012

Capítulo 3.


¿Es verdad lo que están viendo mis ojos? Esto no puede ser verdad. ¿Es esto posible? No, no puede.
-¿Te gusta?-Pregunta él.
No contesto. No soy capaz de reaccionar.
-¡Me encanta abuelo! ¿Vamos a vivir aquí todo el verano?-Silvia no cabe en su asombro.
-Claro.
Asique sí es posible. ¡Voy a vivir en un castillo! Tengo que estar soñando.
-Amanda, ¿no dices nada?
-Es que, no me salen las palabras para describir mi asombro.
Me da la sensación de que ya no se comporta de la misma manera que al principio. Me vuelvo hacia la ventanilla del enorme jet privado y sigo observando aquel maravilloso lugar. Tiene la fachada color piedra y del techo salen unos enormes capirotes azules que parecen los de el hada madrina de Cenicienta. Tiene tantos ventanales que es imposible contarlos y en lo alto de las torres parece haber esos desvanes de cuento que siempre esconden un secreto maravilloso. A su lado hay un enorme lago en el que se refleja, rodeado de cientos de árboles verde intenso. Es como un sueño. Minutos más tarde aterrizamos y poco tiempo después, volvemos a montarnos en una enorme limusina negra. No puedo aguantarme más, tengo que preguntarle.
-Eh… Arturo… me gustaría hacerte una pregunta…
-Dime.
-¿Eres de la realeza o algo así? ¿O un ministro, un embajador o algo parecido? Porque es que si no, no me explico lo de ese enorme castillo.
El hombre ríe, pero sin abrir la boca.
-Esperaba que me hicieses esa pregunta. Has tardado mucho.
-Es que…
-Pero, esperemos a llegar a casa y hablar con tu abuela, ¿te parece?
Yo no contesto, me limito a asentir y a mirar por la ventana. Estamos pasando por un pueblo muy bonito. Con alegres calles adornadas con muchos árboles y casitas sacadas de un cuento. La gente se queda mirando cuando la enorme limusina pasa ante ellos. No parecen sorprendidos de verla. Todos, o bueno, casi todos saludan.
No tardamos mucho en llegar al gigantesco castillo. Es todavía más impresionante ahora. Cuando bajamos de la limusina un grupo de doce criados vestidos con unos elegantes uniformes negros está a ambos lados de la enorme puerta haciéndonos un pasillo. No puedo creerlo. Parecen sacados de Downton Abbey. Llegamos a ellos y mi abuelo comienza a hablar.
-Amanda, esta es Flora. Se encargará de ti los días que estés aquí. Todo lo que necesites se lo pedirás a ella.
-Eh… vale.
¿Una criada solo para mí? Esto tiene que ser un sueño. Es absolutamente increíble.
-Silvia, y esta es Bianca. Te digo lo mismo que a tu hermana. Todo lo que quieras se lo pides a ella.
-¡Hola Bianca! ¿Cómo estás? ¿Sabes hablar español?
-¡Hola! Claro señorita, no se preocupes usted.
¿Señorita? ¡Qué formalidad! Un hombre con traje de pingüino se acerca a mi abuelo y le dice algo en inglés. Parece ser el mayordomo de la casa.  Es el único que lleva ese tipo de traje.
-Tu abuela nos espera en el salón.
-De acuerdo.
Entonces entramos en el enorme castillo. Cuando entro mis ojos expresan sorpresa y admiración. Es el lugar más lujoso que he visto nunca. Tiene al final del enorme pasillo unas escaleras por las que se pueden subir por ambos lados ya que dan al mismo lugar. Son de un color mármol blanco tan brillante que dejan sin habla. Debajo de éstas, justo en el centro hay una enorme puerta de color marrón. Están abiertas y dentro se ve otro enorme pasillo que parece no tener fin. A los lados del primer pasillo hay dos enormes puertas. A la derecha parece haber un salón de baile para tropecientas personas. Y a la izquierda un gigantesco salón. Aunque de unas proporciones un poco más pequeñas que el posible salón de baile. No hay muchas flores. Solo algunas aquí y allá. El hombre vestido de pingüino nos guía hasta el salón. ¡Es precioso! Está decorado en tonos marrones, beigs y crudos. Tiene unos preciosos sofás  en los mismos tonos cubiertos de tantos cojines como puedas imaginar. Una enorme chimenea al final y a ambos lados dos hermosos sillones del mismo color que los sofás. Después en el centro una bonita mesa marrón oscura con unos bonitos adornos. Los ventanales llegan del techo al suelo con unas enormes cortinas beigs y marrón que parecen de hace dos siglos o más incluso, al igual que la gigantesca alfombra que adorna el salón. Es lo más bonito que he visto jamás. En uno de los sillones está sentada una mujer con el pelo rubio y perfectamente peinado, no demasiado maquillada y un traje de chaqueta en color beigs. Parece que se ha vestido a conjunto con el salón. Nos mira y sonríe.
-¡Amanda, Silvia!-Grita emocionada la mujer.
-Hola.-Digo yo.
-¡Abuela!-Grita mi hermana.
La mujer se levanta y se acerca a nosotros. Cuando está a nuestra altura se acerca a mí y me sonríe y luego me da dos besos. Luego a mi hermana y después un beso en la mejilla a mi abuelo. Parece amable y cariñosa. Su rostro refleja ternura.
-¿Qué tal estas?
-Bueno, pues bastante sorprendida la verdad.
-Bueno es normal. Creo que te debemos una explicación. Venid sentaos.
Silvia y yo nos sentamos en el enorme sofá, mi abuelo en el otro sillón y ella en el que estaba sentada antes.
-Bueno, pues lo primero, te preguntarás por qué vivimos en un lugar así, ¿no?-Pregunta ella.
-Pues la verdad es que sí.
-Bueno, pues soy la duquesa de Brightlake.
¿Mis oídos han escuchado bien? ¿La duquesa de qué?
-Y yo, naturalmente, el duque de Brightlake.
-¿Es una broma verdad?
-No, ¿por qué debería serlo? –Pregunta ella.
-No sé. Porque es algo que ninguna niña de diecisiete años cabría imaginar.
-Bueno, os debemos muchas explicaciones.
-Bastante.
Esto me ha sobrepasado. ¿Duque? ¿Duquesa? Pero, ¿qué broma es esta?
-Deberíais descansar del viaje. A las 9 cenaremos y podremos hablar mejor.- Dice mi abuela en tono dulce.
-¿Yo puedo comer ahora?-Pregunta Silvia que no ha dicho nada hasta ahora.
-Silvia…
-No te preocupes, puedes cenar ahora e irte a dormir cuando termines pequeña.-Dice mi abuela.
-Alfred, dile a Margaret que prepare la cena para la señorita.
-Yo puedo irme entonces ¿no?-Estoy deseando estar sola.
-Claro, Flora te acompañará a tu habitación.-Dice mi abuelo.
Me voy sin decir nada y sigo a la joven vestida de negro que me guía por los interminables y enormes pasillos. De repente se para y abre una puerta tan antigua que es difícil adivinar de que siglo es. Se aparta y me deja pasar. De nuevo me invade el asombro. Es increíblemente enorme y elegante. Parece el cuarto de una princesa. Tiene una especie de hall con una mesita a la derecha. A medida que avanzo mi asombro aumenta. Es una habitación sensacional. Tiene un sofá en tonos rosas pastel y beigs que parece de hace doscientos años, una mesa pequeña delante, y justo enfrente una cama enorme, en la que pueden caber perfectamente cuatro personas, con una cantidad tan grande de cojines que asombra. Los adornos de la pared son impresionantes. A ambos lados de la cama hay unas puertas abiertas que como a otra habitación con una puerta preciosa. Flora saca de un bolsillo de su impecable delantal blanco y aprieta un botón, la puerta se abre y si ya creía que no podía quedar más impresionada, pues estaba equivocada. Se encienden unas luces y de repente parece que estoy en una tienda. Hay un sillón de color pistacho antiguo que tiene pinta de ser muy cómodo y miles de compartimentos llenos de complementos de todo tipo, zapatos para cada día del año y tal cantidad de ropa que asusta. Todavía no he hablado y Flora me mira. Sale de la impresionante habitación llena de ropa y se dirige a la izquierda dónde hay otra puerta que da a un baño como ningún otro. Tiene una bañera antigua y está decorado en tonos celeste pastel y blanco. El lavabo es inmenso, con un espejo de lado a lado, y está lleno de todo tipo de cremas y maquillajes. Me pregunta que si quiero ducharme y asiento con la cabeza. No tengo palabras. Flora se va y yo salgo del espectacular baño. Cuando entro de nuevo en el dormitorio veo que no están mis maletas por ninguna parte. Entro de nuevo en la habitación de los armarios y cuando la observo mejor puedo darle nombre. Es un vestidor. Mi vestidor. Siento la necesidad de gritar pero me contengo. No sería buena idea alertar a nadie. Observo la ropa. Es magnífica. Por fin encuentro mi ropa. Está dentro de un armario muy bien colocada. Cojo lo necesario para ducharme y entro en el baño. Estoy mareada pero el agua caliente de la enorme bañera ayuda a reponerme. Intento analizar la situación: mi abuelo es el duque de no sé qué y estoy en un castillo de vete tú a saber de cuantos siglos. Mañana llamaré a mi madre y le pediré explicaciones. Ahora entiendo la risa de mi padre en el ascensor. Salgo de la bañera y me seco con unas toallas blancas perfectamente colocadas en unas estanterías al lado del lavabo. Salgo fuera y me visto en el vestidor. Mi vestidor. ¿Cómo  estará Silvia? Mañana por la mañana hablaremos tranquilamente. Escucho que alguien llama a la puerta. Abro y veo a Flora. Ésta me dice que me esperan para cenar y la sigo. Ahora nos dirigimos al pasillo que está justo debajo de las enormes escaleras hasta un comedor de unas dimensiones más consideradas que el enorme  salón de antes. Mis abuelos están de pie esperándome. Me miran y me dicen que me siente. La mesa es enorme. Mi abuelo preside la mesa, mi abuela se encuentra a su derecha y yo a la izquierda de éste. Entonces empieza ha hablar.
-Bueno, creo que te debemos una explicación a todo esto.
-Yo también lo creo...
-Bueno, pues comencemos entonces.-Dice mi abuela.
Yo los miro a ambos mientras mi abuelo comienza a hablar. A medida que habla no puedo creer lo que estoy oyendo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario